Principales tipos de vino:
Blancos:
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Ligeros y Secos:
Vinos para beber preferiblemente jóvenes. Rara vez se añejan en barrica de roble. Son embotellados sin azúcares residuales y son pobres en extractos (los componentes que dan sustancia o
cuerpo al vino). Deben servirse fríos, solos o acompañando alguna comida.
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Secos y amplios:
Son vinos más consistentes, y aunque se consideran técnicamente secos, poseen la dulzura de la uva/fruta madura. Son vinos que pueden haber envejecido en barrica y/o botella. Estos vinos
normalmente pueden envejecer bien en botella.
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Aromáticos secos y concentrados:
Proceden de determinadas variedades como el riesling o el gewürztraminer y pueden ser secos o semi-secos.
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Semi-secos:
Suelen embotellarse antes de que la totalidad de los azúcares de la uva se haya transformado en alcohol. Su ligereza y débil graduación alcohólica los hacen menos aptos para ser
consumidos con platos consistentes.
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Dulces y licorosos:
Son los vinos blancos más concentrados, que se consumen lentamente dada su densidad, riqueza en cuerpo y robustez. Se elaboran en diversos estilos: el oloroso jerezano, puede ser
seco o ligeramente abocado (dulce), el Sauternes bordelés o el Late Harvest del Nuevo Mundo son buenos ejemplos.
Un vino puede diferenciarse de otro por la manera como ha sido elaborado. Comparándolos, los que han sido fermentados o envejecidos en barricas con los que no, se notará la diferencia.
Un rioja tradicional tinto, se cría en barrica, lo que le confiere su cuerpo y sus aromas a vainilla. Pero las nuevas tendencias se inclinan por no dejar envejecer exageradamente el vino en barrica
para preservar su fruta.
Tintos:
La mayoría de los vinos tintos están concebidos para que tengan un sabor que va de lo fresco o poco astringente a seco. Varían en función de su densidad y su astringencia. Algunos se
elaboran para ser bebidos jóvenes, pero otros pueden ser envejecidos por años y mejorar poco a poco. Un vino pensado para envejecer procura poco placer al ser bebido joven.
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Rosados:
Distinguidos por su mayor o menor dulzor, rara vez están hechos para envejecer. Algunos, como el blush californiano o el Rosé D’Anjou francés, son de sensaciones ligeramente
dulces. Otros son secos, como la mayoría de los provenzales o los españoles de Rioja, Navarra o Priorat.
Más bien difícil de lograr, un buen rosado es aquel que logra un correcto balance entre acidez, fruta, alcohol y azúcar residual. Sin pretensiones y sencillo, debería estar a medio
camino entre un blanco correcto y un tinto ligero, siempre, claro está, dependiendo de la calidad de la fruta con que se le trabaje. Con más fuerza en boca que un blanco, la idea es que conserve la
acidez de éste pero con algo más de cuerpo dados los taninos extraídos durante las breves horas de maceración, momento crucial en que se obtiene color y aromas a la piel de la uva. Fresco y crujiente
al paladar, en nariz debe buscar la fruta roja madura siempre hacia registros de cereza, fresa o moras. Versátil, fácil y amigable, su casi siempre baja graduación alcohólica llama a
disfrutarlo bien frío y sabrá entregarse como aperitivo o para acompañar quesos, ensaladas de fruta, arroces y platos igualmente frescos. No está demás recordar que el rosado es un vino frágil,
diseñado para su consumo inmediato y del que siempre se debe buscar la última cosecha. Un buen rosado, servido a su temperatura, el calor del trópico sabe agradecerlo.
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Ligeros, afrutados, no envejecidos:
Deben beberse jóvenes. Proceden generalmente de variedades como garnacha, gamay, cabernet franc, merlot, malbec y de otras que producen vinos poco tánicos (los taninos son el elemento
esencial para el envejecimiento del lo vino tinto).
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De cuerpo medio:
Configuran la categoría más numerosa, que incluye una cantidad de los vinos de buena calidad y la mayoría de los de calidad media. Algunos pueden envejecer bien y pertenecen a la
categoría de vinos de guarda.
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Concentrados, intensos:
Agrupa los vinos tánicos de aromas intensos, generalmente muy afrutados, ricos en taninos y de buena estructura.
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De guarda:
Provienen de regiones clásicas (Burdeos, Borgoña o el Ródano en Francia; Rioja, Ribera del Duero o Priorato en España; Barolo, Barbaresco o Brunello di Montalcino en Italia; Portos
Vintages, Douro o Dao en Portugal) o de grandes cosechas de regiones menos conocidas que se han dejado envejecer en botella. Estos vinos se clasifican aparte, porque su sabor, cuando están
maduros, es muy distinto.
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Especiales:
Son la excepción de la regla con aquello de que los vinos tintos son secos. Según la tradición mediterránea, son elaborados a partir de uvas parcialmente desecadas –con una fuerte
graduación de azúcar convertible en alcohol- son intensos y generalmente dulces. En Italia, este estilo de vinificación recibe el nombre de passito o recioto. En España destacan los vinos dulces de
Jerez.
Los vinos tintos pueden pasar de una categoría a otra según las cosechas: un buen año en una región clásica como Burdeos, Borgoña o la Rioja, hará pasar vinos de la categoría normal de
cuerpo medio a la de llenos de personalidad, intensos.
Variedades tintas de Burdeos o Borgoña (cabernet sauvignon y pinot noir) han sido plantados intensivamente en el Nuevo Mundo, así como en Europa del este, a lo largo del Danubio y en los
alrededores del Mar Negro. Estos vinos suelen ser de estilo corriente, casi siempre de buen cuerpo y son competencia de los vinos franceses típicos, sobre todo los de grandes productores de
California, Chile o Australia. Estas regiones, donde no existe un estilo tradicional, la elección del vino es complicada. El resultado depende del productor que puede cambiar de parecer de un año a
otro. Se recomienda en estos casos la lectura de la contra etiqueta, que puede aportar información pertinente.
Espumosos:
- Ligeros, afrutados: Esta categoría posee una identidad y una individualidad regional. La mayoría de los vinos espumosos franceses y españoles (cava) proceden de variedades de
sabor más neutro que las del champagne, y son por tanto más ligeros y posiblemente más frutales. Los italianos y alemanes provienen de variedades más aromáticas (como el moscatel) y son
ligeramente más dulces. Estos vinos deben beberse jóvenes y frescos.
- Finos, intensos: La persistencia en boca, la finura de los aromas, la pureza del estilo y la semejanza con el buen vino de champagne son los elementos que resultan
atractivos.
- Ligeros y aromáticos: Incluyen los italianos como el Asti –muy ligeros a base de moscatel-, vinos muy bien dosificados para suavizar su sabor. Se recomiendan para acompañar
postres no muy dulces.
- El cava según su contenido de azúcar:
- Brut nature: sin adición de azúcar. Hasta 3 gramos por litro
- Extra Brut: hasta 6 gramos por litro
- Brut: hasta 15 gramos por litro
- Extra Seco: entre 12 y 20 gramos por litro
- Seco: entre 17 y 35 gramos por litro
- Semi-seco: entre 33 y 50 gramos por litro
- Dulce: más de 50 gramos por litro